Más bufón que aedo

www.nosolomerida.es | Festival de Mérida | LA ODISEA | Opina ‘El Brujo’ que “la gente ya no tiene tiempo de leer la ‘Ilíada’ y la ‘Odisea’ pero de alguna manera intuye que contienen la solución a sus preocupaciones y problemas más cotidianos”. Opina eso Rafael Álvarez, mas reconoce en medio de su espectáculo (con desacostumbrada sinceridad) que elige los títulos “para despistar”, porque luego, ya metido en faena, reduce las referencias a los textos clásicos a su mínima expresión, ignora la solución a los problemas y preocupaciones cotidianos y se centra, ejerciendo de bufón más que de aedo, en hacer reír a (al tiempo que se ríe de) los poderosos. La gente se limita a figurar como comparsa cómplice en una ceremonia articulada en torno al humor más populista que, solo de cuando en vez, ofrece algunos destellos de profundidad y lirismo.

Así, ‘La Odisea’ servida por ‘El Brujo’ solo remite a la peripecia vital del ínclito Ulises en tanto en cuanto cede su estructura narrativa a los capítulos más conocidos del eterno retorno del héroe griego tras su victoria en la guerra de Troya, pero, en la voz de este peculiar (y doméstico) Homero del siglo XXI, las andanzas del mítico viajero quedan reducidas a meras ilustraciones de un prontuario (seudo)humorístico sobre la actualidad social, económica y, sobre todo, política, en la que se alternan, con más equilibrio del deseado (y merecido), las collejas y las caricias para con la clase dirigente; una casta que, acomodada en el palco de autoridades la noche del estreno, se debatía entre ejercitar el sano arte de reírse de sí misma y la (in)evitable manía de guardar la compostura por el qué dirán… incómoda, en el mejor de los casos, ante una andanada de pullas que, para más inri, vienen subvencionadas por sus menguados presupuestos.

En ‘La Odisea’ posmoderna que relata Rafael Álvarez a un público con el que interactúa a discreción caben, por tanto, desde Rajoy a Ronaldo, pasando por el IVA, Punset, Shakira o Mario Vaquerizo -tal cual-, por lo que, ha de reconocer el cronista, reconforta escuchar intercalados con los de estos, los nombres de Polifemo, Circe o Calipso y los pasajes que convirtieron en legendario el regreso a Ítaca y contribuyeron a acuñar el concepto de odisea, aunque es de justicia conceder el aplauso que merece la osadía de mezclar churras contemporáneas con merinas arcaicas sin perecer en el intento.

Sucede, sin embargo, que ya viene de lejos esta táctica escénica ejecutada a la perfección (pero sin arremangarse) por ‘El Brujo’: abducido por el espíritu burlón del Nobel italiano Dario Fo, el actor cordobés viene ofreciendo, de un tiempo a esta parte, una suerte de monólogos dramatizados asentados sobre los pilares de los clásicos barrocos -del ‘Lazarillo’ a Shakespeare, pasando por el ‘Quijote’- o grecolatinos -el ‘Evangelio’ de San Juan o esta ‘Odisea’-, siempre fieles a una fórmula de éxito incuestionable que exige una casi total ausencia de escenografía y una leve ilustración sonora. Indefectiblemente, el público torna rentable la propuesta y la crítica certifica su calidad, pero sucede, decía…

Sucede que, quienes ya somos veteranos en la costumbre de contemplar estas ‘brujerías’, detestamos que uno de los actores más dotados de nuestra escena infrautilice su talento ciñéndose a la maldita ley del mínimo esfuerzo, y echamos de menos aquellos tiempos en que ‘El Brujo’ aún no era el Juan Palomo actual -versiona, dirige, interpreta y… mucho más- y sabía ponerse en manos de un equipo técnico y artístico: porque así parió genialidades como ‘La taberna fantástica’ o ‘Anfitrión’ y porque de eso hace ya demasiado tiempo.